lunes, 10 de marzo de 2008

Isla Cristina


El 20 de Diciembre de 1983 había sido una jornada muy larga.
Después de trabajar todo el día en Bilbao cogí mi coche y durante toda la noche viajé.
Cuando amaneció estaba en Isla Cristina, Huelva, aproximadamente 1000 Km.
Aquel viaje no era para ir a la playa, debíamos terminar un trabajo antes de Navidad y para eso estaba allí.
Mc Gregor hacía tiempo que se desvivía para poder terminar y sin pensarlo dos veces el día 21 comenzamos a toda máquina. Cuando la noche llegó aun seguíamos en la brecha.
Unos cuantos técnicos de TVE controlaban las emisoras.
De repente comenzaron a gritar: ¡ Goool !, ¡ Goool ! una y otra vez.
Al principio pensamos que podía ser real pero al cabo de cierto tiempo la cantidad de goles gritados era tal que más parecía una chirigota que algo real.
Nosotros seguimos con nuestro trabajo.
Cuando aquella escandalera terminó y nos relataron lo acontecido no lo podíamos creer: España había ganado 12 a 1 a Malta y como necesitaba once goles de diferencia para jugar la Eurocopa de 1984, resultó clasificada dejando eliminada a una potencia futbolística como Holanda ¡ Increíble !.
Después de NO haber visto el partido pero SI haber compartido la euforia nos fuimos a cenar.
En Isla Cristina por aquella época había unas sepias magníficas.
En los días anteriores a Navidad no había ni un sólo turista y eso hacía que la tranquilidad reinara en el ambiente general del pueblo. Solíamos cenar en un bar de pescadores locales que disponían de unas sepias como nunca después volví a comer en ninguna parte. Todas las noches sepia a la parrilla con un poco de aceite y ajo, ¡ Magnífico ! .
El 22 de Diciembre, durante toda la mañana, escuchamos de fondo el canto de los niños de San Ildefonso con su adormecedora melodía de números. Tampoco nos tocó la lotería.
La tarde del 22 escuchamos una rara historia de secuestro y posterior asesinato de la hija del propietario del Hotel donde nos hospedábamos. Era una historia bastante extraña y como tal no quisimos hacer ninguna pregunta que pudiera inducirnos a una congoja mayor.

Las calles solitarias, las noches negras sin luna, el trabajo intenso y agotador, sin horarios, nos tenían un poco descentrados.

La noche del 22 habíamos cenado y como a veces la cocina con ajos de por medio resulta un poco pesada, salimos a dar un paseo antes de ir a descansar. Estos paseos nocturnos suelen ser silenciosos y reflexivos.
Todo marchaba muy bien, incluso se oía alguna alimaña nocturna sin que por ello nos produjera desasosiego de ningún tipo, ellas a lo suyo y nosotros a lo nuestro.
Caminábamos silenciosamente cuando de repente un automóvil encendió su motor delante nuestro. No pusimos demasiada atención. El automóvil comenzó a caminar en nuestra dirección con las luces apagadas, un despiste, pensamos. El automóvil continuó su camino y cuando estuvo más cerca descubrimos con asombro que no había conductor al volante. Nos apartamos y nos pasó al lado para ir a estrellarse contra una esquina. A continuación se produjo un incendio.
No comprendíamos nada pero no debíamos de haber sido los únicos en verlo.
La Guardia Civil apareció pocos minutos después del incidente y desconectaron la batería. ¿Un cortocircuito? ¿Un fantasma que nos perseguía? ¿Una mala digestión? ¿Un atentado? ¿Ninguna de estas cosas? Fuera lo que fuera el susto no nos lo quitó nadie y sin embargo, nadie se sorprendió.
El día 23 terminamos nuestro trabajo y volvimos a "comernos las uvas" con nuestras familias.

Nunca después volví a Isla Cristina, sus fantasmas, asesinatos, sus sepias, sus trabajos quedaron allí para siempre y hasta hoy no los recordé.

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