sábado, 11 de agosto de 2007

Sra Juana


Sra Juana, como la llamaban en el camping, era una amable persona con unos estupendos y bien conservados setenta y dos años a sus espaldas que acompañada de su marido pasaba tres meses al año en España.


Desde su juventud vivía en Bélgica. Había sido una más de los numerosos emigrantes que a falta de algo mejor para subsistir desaparecieron de la noche a la mañana de sus pueblos para convertirse en la mano de obra barata de los belgas, franceses, alemanes y demás pueblos europeos que, por mucho que hablen ahora, no les recibieron que como, eso que eran, "mano de obra barata".

Por mucho que nos quieran hacer creer, la supervivencia de aquella raza de españoles emigrantes se debió mas al heroísmo del día a día y al querer buscar un futuro mejor para sus hijos que a su posible vinculación a premisas políticas predefinidas que, salvo excepciones particulares,se resumieron al comer día a día.

Sra Juana, decía, era una habitante mas del camping "Los Alfaques" en San Carlos de la Rápita, que además fue superviviente de la catástrofe que diezmo la población de asiduos veraneantes.
La afición de Sra Juana era, como la de muchas de nuestras madres, la cocina y pasaba el día a cocinar verdaderos pucheros de cocido, judías y demás delicias de la cocina española, pero su placer no hubiese sido completo si no hubiera invitado a aquellos necesitados de un cuidado maternal de ese tipo. Así pues, allí estábamos todos aquellos hambrientos de comida, que no de espíritu, dispuestos a hacer feliz a aquella amable dama.
Para mi aquella historia duro todo un verano y estoy seguro de que aquella amable mujer continuó haciendo felices a sus vecinos de camping durante muchos años hasta que sus fuerzas se lo impidieron definitivamente.
Hace veinticinco años de esta historia y no creo que Sra Juana viva aun pero estoy seguro de que su marca quedo en mucha gente como yo.

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